El invierno trepa por los huesos,
por las paredes,
por las cañerías,
como una hiedra de hielo
encaramándose a los cuerpos y las almas,
gotea por los grifos, por las narices,
sobre los charcos,
sella con burlete las ventanas,
cubre de bruma los espíritus,
repta por las aceras blancas mancilladas de barro,
dibuja ramas desnudas sobre el lienzo de las mañanas grises,
grita por las gargantas de los cuervos negros,
llora desde el cielo su llovizna melancólica,
se estrella contra los cristales empañados,
contra las puertas cerradas,
vaga por las calles
paseando su triste soledad de perro abandonado,
arrastrando su cuerpo amorfo,
como un alma en pena,
perseguido por la primavera que conspira en secreto bajo la tierra,
empeñada en reconquistar su verde reino
de pájaros y flores.
Olga Beltrán Filarski
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