Las poesías son
cuadros pintados con palabras,
con la tinta roja de
la sangre que fluye en impetuosas oleadas
por el corazón del
poeta.
La poesía está en el
murmullo de los ríos,
en las hojas de los
árboles, que tiemblan ante la caricia de la brisa,
en sus raíces que se
afanan por permanecer, aferrándose a la tierra madre,
como nosotros nos
aferramos a los sueños y a la fe
para no perecer creyendo
que somos solo polvo y barro.
La poesía está en los
horizontes inalcanzables, donde nace y muere el sol,
en los trenes que
parten de las estaciones con sus cargamentos de vida,
en la mirada fiel de
un perro,
en la danza hipnótica
del fuego y el olor a leña quemada de las chimeneas del invierno,
que dibujan garabatos
sobre el paisaje lánguido,
en la alegría y en la
nostalgia,
en la fuerza que hace
que te vuelvas a levantar después de haber caído,
cuando te creías
acabado,
en los amaneceres que
siguen a las abismales noches de desesperanza.
La poesía es el
misterio de la vida y de la muerte,
la lucha de la gente
que no se doblega y persigue ideales y utopías,
el aullido de los
lobos acosados que resisten en las montañas,
el coraje de una
cierva defendiendo a su cría,
el vuelo de las
águilas planeando sobre las cumbres escarpadas,
el embrujo de las
noches de luna llena,
y los veranos del Sur.
La poesía son la risa
y el orgasmo,
y hasta el llanto y
la lluvia,
con su estela de olor a tierra mojada,
la curiosidad de los
niños y los cachorros,
del científico y el
filósofo,
que sienten que siempre
hay una pregunta tras todas las respuestas,
la pasión indomable
de los artistas,
y la audacia de
nuestros antepasados,
que surcaron mares y
atravesaron valles y montañas en busca de vidas mejores,
y mezclaron sus
cuerpos y su sangre a través de los tiempos para que podamos existir
y andar por el mundo naciendo
y muriendo un poco todos los días,
con cada aprendizaje,
con cada derrota,
con cada nuevo amor,
con cada pérdida
y sintiendo que,
a pesar de todo el
dolor,
de todo el
sufrimiento que pueda sacudirnos,
nuestros corazones
seguirán latiendo, amando, esperanzándose a contracorriente,
y creyendo que vale
la pena vivir...
simplemente...
porque hay poesía.
Olga Beltrán Filarski
Fotografía: Olga Beltrán Filarski
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