Naufragios, derrotas, sangre coagulada
de heridas mal restañadas,
cicatrices tumefactas,
cenizas de viejos sueños.
Uñas resquebrajadas
escarbando el subsuelo
en busca de las raíces,
de un paraíso perdido
que existió solo en la inocencia de mi niñez.
Rostros difusos, memorias borrosas,
ecos lejanos de risas infantiles,
algarabía de chapoteos en la playa
en un mar de horizontes alcanzables
bajo un radiante cielo sin nubes,
júbilo en el corazón
por una bicicleta nueva,
la voz de mi abuelo
enseñándome a montarla,
mañanas de Reyes,
juguetes con olor a nuevos,
cuentos que siempre traían un final feliz,
el Hada Madrina, el Príncipe Azul,
Superman,
papá y mamá omniscientes y omnipotentes,
viejos mitos derrumbados como ídolos de barro
cuya ausencia acecha en cada esquina,
¿cómo puede echarse tanto de menos
algo que nunca fue real?
Olga Beltrán Filarski
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