Blog de literatura y pensamiento

Ilustración de Christian Schloe


Copyright de todos los textos publicados en este blog con el nombre de Olga Beltrán Filarski.





22 septiembre 2022

La espina


            Andreu Capdevila había terminado por borrar de los estratos más superficiales de su memoria los veinte primeros años de su existencia. Quiso olvidar la tierra seca y  polvorienta que lo vio nacer, una tierra árida que dependía de las lluvias para que pudiera germinar en sus entrañas el sustento de los humanos que la poblaban, olvidó los caprichos de aquel cielo infinito que se extendía sobre el paisaje perezoso de matorrales agostados, y que en ocasiones negaba el agua necesaria para regar el fruto de los esfuerzos campesinos, olvidó que en su pueblo algunos ni siquiera habían visto nunca  la discreta capital de su provincia, ni conocían tampoco el mar, olvidó a las viejas enlutadas de rostros espectrales de su familia y de las de sus convecinos, cuyas vidas habían transcurrido insignificantes entre aquel montón de casas de piedra y calles de terrizo y cuyos huesos conocían de sobra su último destino: el pequeño y humilde cementerio de la iglesia, ese terruño que se había nutrido durante siglos con la sangre y la médula de todas las generaciones que se sucedieron en el pueblo. Olvidó también la fuerza con que se aferraba a la mano de su madre cuando entró en Barcelona por vez primera con solo diez años, asustado ante la posibilidad de perderse y ser engullido por aquel descomunal laberinto de calles que a él le parecían inmensas y que bullían de desconocidos que no lo miraban a la cara y que parecían todos ellos muy atareados y con prisa. Olvidó que,

09 septiembre 2022

Simplemente... porque hay poesía



Las poesías son cuadros pintados con palabras, 
con la tinta roja de la sangre que fluye en impetuosas oleadas 
por el corazón del poeta. 

La poesía está en el murmullo de los ríos, 
en las hojas de los árboles, que tiemblan ante la caricia de la brisa,
en sus raíces que se afanan por permanecer, aferrándose a la tierra madre,
como nosotros nos aferramos a los sueños y a la fe
para no perecer creyendo que somos solo polvo y barro. 

La poesía está en los horizontes inalcanzables, donde nace y muere el sol, 
en los trenes que parten de las estaciones con sus cargamentos de vida, 
en la mirada fiel de un perro, 
en la danza hipnótica del fuego y el olor a leña quemada de las chimeneas del invierno, 
que dibujan garabatos sobre el paisaje lánguido, 
en la alegría y en la nostalgia, 
en la fuerza que hace que te vuelvas a levantar después de haber caído, 
cuando te creías acabado, 
en los amaneceres que siguen a las abismales noches de desesperanza. 

La poesía es el misterio de la vida y de la muerte, 
la lucha de la gente que no se doblega y persigue ideales y utopías, 
el aullido de los lobos acosados que resisten en las montañas, 
el coraje de una cierva defendiendo a su cría, 
el vuelo de las águilas planeando sobre las cumbres escarpadas, 
el embrujo de las noches de luna llena, 
y los veranos del Sur. 

La poesía son la risa y el orgasmo, 
y hasta el llanto y la lluvia, 
con su estela de olor a tierra mojada, 
la curiosidad de los niños y los cachorros, 
del científico y el filósofo, 
que sienten que siempre hay una pregunta tras todas las respuestas, 
la pasión indomable de los artistas, 
y la audacia de nuestros antepasados, 
que surcaron mares y atravesaron valles y montañas en busca de vidas mejores, 
y mezclaron sus cuerpos y su sangre a través de los tiempos para que podamos existir 
y andar por el mundo naciendo y muriendo un poco todos los días,
con cada aprendizaje, 
con cada derrota, 
con cada nuevo amor, 
con cada pérdida 
y sintiendo que, 
a pesar de todo el dolor, 
de todo el sufrimiento que pueda sacudirnos, 
nuestros corazones seguirán latiendo, amando, esperanzándose a contracorriente, 
y creyendo que vale la pena vivir... 
simplemente... 
                                            porque hay poesía.

                                                                                                  Olga Beltrán Filarski

Fotografía: Olga Beltrán Filarski